En la república mexicana ser periodista está resultando una ocupación de alto riesgo en la medida que se ha perdido el respeto a la vida humana; sucede cuando privarle la vida a un ser humano vale un cacahuate, signo de descomposición social, irreparable pérdida de valores. Basta con que a fulano de tal le moleste una nota o comentario periodístico para que se asuma con derecho a mandar matar, tal cual ya es costumbre en Veracruz donde por dedicarse al periodismo muchos tunde teclas han perdido la vida. Si algo pudiera ser peor, adicionemos la impunidad con la que actúan los criminales, a quienes estimula las deficiencias de la autoridad. Ayer fue Gumaro Pérez Aguilando, en Acayucan, antes fueron en Córdoba y Poza Rica para formar un tétrico registro estadístico.