Héctor Coronel
Cuando se habla de las instituciones públicas, particularmente las del tipo de educación superior, frecuentemente se hace referencia al crecimiento o disminución de la matrícula como un indicador de resultado en sí mismo. En esta colaboración, me permitiré compartir algunos aspectos que nos ayuden a reflexionar en este tema. Primeramente, estableceré dos consideraciones importantes.
La primera, es que el “tamaño” o “capacidad” de una institución, en términos de lugares disponibles, puede mantenerse estable, crecer o disminuir; esto es lo que realmente constituye punto de análisis desde la perspectiva de la planeación.
En segundo lugar, el término “matrícula”, corresponde a un conjunto de individuos inscritos en una institución educativa y no otra cosa.
Ahora bien, supongamos que una institución educativa de encuentra operando a su máxima capacidad; es decir, atiende al número máximo de alumnos que le es posible.
Aún bajo esta suposición, la matrícula puede aumentar o disminuir de un período de tiempo a otro, y esto se mide usando la tasa variación porcentual (VP) que puede ser positiva, negativa o cero. En ningún caso, este indicador por sí solo, puede considerarse como un indicador de resultados con propósitos de evaluación y explico por qué.
Haciendo un ejercicio simple de álgebra, encontraremos que la variación porcential (VP) depende fundamentalmente de las diferencias entre los alumnos que ingresan (I) y los que egresan (E) en un período de tiempo dado, lo cual podemos representar como una función de esa diferencia VP=f(I-E).
Consideremos una institución donde ha habido un crecimiento de la matrícula. ¿Esto es positivo?. La respuesta es: depende. Si en dicha institución ingresan más alumnos anualmente que los que egresan, habrá un efecto de acumulación de estudiantes cuya trayectoria escolar se completa en forma muy lenta y el efecto será el crecimiento en la población escolar. Esto puede considerarse como un rezago y por ende que la matrícula crezca es un indicio de que deben disminuirse los tiempos de permanencia al egreso de los alumnos de dicha institución.
Por otra parte, puede ocurrir que la matrícula decrezca, y nuevamente esto no es bueno si eso ocurre porque los alumnos completan sus trayectorias rápidamente sin que se establezca una estrategia para compensar ese rápido egreso, con el crecimiento en el ingreso.
Dado que establecimos como supuesto que una hipotética institución opera con una capacidad máxima de atención fija, podemos concluir que el indicador comúnmente utilizado y que es la variación porcentual debería encontrarse alrededor de un uno o dos por ciento (por periodos de 4 o 5 años), e idealmente cercano a cero. Esto significa que existe un equilibrio entre el ingreso y el egreso, así como que la institución se encuentra dentro de sus márgenes de operación.
La capacidad de las instituciones es una cosa, y la variación en la matrícula es sólo un indicador que debe interpretarse correctamente con el propósito de que nos sea útil en la toma de decisiones.
Afirmar simple y llanamente que cualquier institución debe aumentar su matrícula sin ninguna otra consideración o razonamiento más allá de la cifra, es un lamentable error y únicamente cobra sentido cuando se conoce la operación de una institución y se acompaña de una explicación.
Hay ejemplos de instituciones donde la matrícula ha disminuido, porque cada vez hay más alumnos que completan sus estudios en un tiempo menor.