La conciencia colectiva de México está aturdida, la enardece aún más el ruido ensordecedor de las sirenas, la televisión transmitiendo en vivo la reacción solidaria frente a las desgracias provocadas por el sismo de un ya para siempre fatídico 19 de septiembre; la fecha lacera, como si el calendario insistiera en escribirla con sangre mexicana y recordar a las nuevas generaciones la tragedia de 1985 repitiéndola con amarga realidad y desbordado sadismo. Días de fraternos rescates, de psicosis colectiva, de un inconsciente social obsesionado en olvidar que desgraciadamente el subsuelo es inestable, que no tiene corazón y el drama humano le es indiferente, es la historia del hombre.