- Juan Capetillo Hernández y Leticia Cufré Marchetto participaron en el Coloquio “Memorias y escrituras” con un análisis sobre la escritura, locura, duelo y necesidad de recordar
Jorge Vázquez Pacheco
Xalapa, Ver., 18/06/2017.- Como parte del Coloquio “Memorias y escrituras”, en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana (UV) tuvo lugar la mesa “La escritura de la locura, la escritura del duelo y la necesidad de recordar”, con la participación de Juan Capetillo Hernández y Leticia Cufré Marchetto, quienes disertaron en torno a diversos aspectos de la esquizofrenia en la literatura y la presencia de los hechos violentos como parte de la cotidianeidad.
Capetillo Hernández, del Instituto de Investigaciones Psicológicas y miembro del Cuerpo Académico (CA) Psicoanálisis y Discursos Sociales, presentó la ponencia “La escritura de la locura; el caso Schreber, Lacan y la psicosis”, tema que describió como una relación muy amplia en muchos sentidos, extensa en contenidos, anécdotas, escritos y seminarios.
Dijo que Jacques-Marie Émile Lacan (1901-1981), médico psiquiatra y psicoanalista francés, plasmó los rasgos de carácter, marginalidad y querulancia que predisponen a la enfermedad de la esquizofrenia y a la paranoia.
“Algunas ideas propias de la psicogénesis perviven, aunque desde otras miradas. Lo que permanece es el psicoanálisis al que Lacan entra con su Caballo de Troya, lo que le permitirá dar un giro en la concepción de la paranoia”, explicó Juan Capetillo.
Posteriormente abordó el caso del jurista y escritor alemán Daniel Paul Schreber (1842-1911) y el relato de su delirio, escrito en el momento en que habían pasado los episodios más dolorosos y dramáticos. “Es evidencia de una cierta reformación del mundo que permite al sujeto una forma de integración simbólica”. Y añadió una observación ajena: “Schreber no estuvo loco; en otra sociedad habría sido un santo”.
Leticia Cufré, doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM e investigadora de tiempo completo en la UV, consideró que ante un presente vertiginoso y un futuro impredecible, resulta reconfortante creer al menos en la ilusión de que es posible reconstruir nuestro pasado punto por punto, lo que suele acompañarse del supuesto de que tenemos una única identidad.
“El asunto es cómo lograrlo; y si lo hacemos, ¿a costa de qué? Creo que siempre perdemos algo, porque la vida es movimiento con sus filtraciones. Perdemos la capacidad de crear, de nuestra esperanza.”
La violencia acumulada genera retraumatización, como la que se genera en las víctimas que deben presentarse ante el aparato judicial. Complementó con el comentario en torno de las violencias sociales que son, en sentido estricto, formas de vínculo interpersonal; facilitan la aceptación de violencias atroces y su banalización logra que nos acostumbremos a este clima de horror.
La moderación de la mesa fue responsabilidad de Angélica Angulo Ahuatzin.