Por Uriel Flores Aguayo

Como no estarlo ante el asesinato de la joven Magaly Hernández Marín, quien a sus diecinueve años fue llevada cruelmente ante la muerte; como no sentir tristeza, rabia e impotencia ante su indefensión en manos crimínales de gente vil y sin escrúpulos. Tan poca vida y tan difícil para Magaly, con evidente precariedad en su entorno. Todo ocurre en medio de la pobreza y carencias básicas, con trabajo sencillo y movilidad difícil y riesgosa. Ante los hechos importan las condenas como las medidas oficiales y ciudadanas que se deben aplicar para impedir más muertes de mujeres en Xalapa. Importa tanto prevenir como implementar políticas públicas específicas, eficaces y concretas para proteger a las mujeres de la violencia de género, intrafamiliar y del acoso en general. Las ideas cuentan y deben abrirse paso a la realidad con la finalidad de que se vuelvan medidas concretas. Junto a cada foro y charla para hablar de la violencia machista  debe señalarse con claridad la agenda inmediata que contribuya a la solución de ese gravísimo problema social. Nuestra comunidad xalapeña pierde a una de sus integrantes, nos la arranca el crimen y el comportamiento patológico de algunos de sus peores miembros; con ella vuela el severo cuestionamiento al déficit de participación social en estos retos mayores y a las omisiones, desfasamiento e incompetencia de todas las autoridades relacionadas con la seguridad ciudadana. Ese es el lado oscuro de nuestra por demás golpeada ciudad desde el abandono de los dos anteriores administraciones.

La depresión social se refleja también en el descenso de actividades económicas, con evidente vacío de locales comerciales, poca inversión fresca y disminución de actividades de atracción de visitas. Se trae esa inercia desde hace algunos años, con las deudas gubernamentales a la UV, a empresarios y variados sectores. Sin reactivación económica y con la obligada y urgente austeridad el panorama sigue siendo sombrío. Ahí entran en escena los candidatos y sus partidos, sin obviar a las autoridades e inversionistas, quienes tienen que hablar sin demagogia de nuestros problemas, hablar con datos y propuestas viables para ser merecedores de la confianza y el voto respectivamente. Tan negativo puede ser la omisión oficial, en su caso, como la utilización electoral de estas desgracias para mostrarse útil aunque nunca hayan hecho algo serio y eficaz.

La tristeza de Xalapa, acentuada con el clima de esta temporada, frío y lluvioso, nos harán juntarnos como comunidad y ver lo que se debe hacer para mejorar nuestra vida pública, así como echar a andar políticas públicas que den en el centro de los problemas. Sin eludir la proximidad de las campañas electorales, facciosas y divisoras por definición, hay que insistir con persistencia en el diálogo, la tolerancia y los acuerdos. No son los partidos políticos ni los grupos de interés los que arrojaran luz sobre lo urgente;  si acaso lo festinaran, algunos, y otros reivindicarán sus apuestas propias. Es obsceno  el espectáculo de las exigencias huecas y la evidente contaminación proselitista. Xalapa necesita líderes serios y comprometidos de verdad; no nos quita nada, al contrario, que haya esfuerzos por enfrentar estos males de nuestro tiempo; si sumamos y somos persistentes recuperáramos la luz y la alegría….

Recadito: el culto a la personalidad solo puede traer frustración y simulación.

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